Aquellos vómitos podían ser propios de los niños a esa edad, además, en él no eran inusuales. Aun así, en casa se le mantuvo la observación.
Con la noche llegó el sueño de todos en el hogar, pero en la madrugada el bebé despertó para alimentarse. Luego de amamantarlo la madre tenía las piernas ensangrentadas; el niño tenía sangramiento anal. Rápidamente la familia toda se pone en función de la criatura, lo llevaron para el Hospital Infantil Norte (ONDI).
El reloj todavía no marcaba las seis de la mañana. Los médicos sospechaban que podía ser una invaginación intestinal o un sangramiento digestivo. Comenzaron a hacerle exámenes. Deciden trasladarlo para el Hospital Infantil Sur (La Colonia). Ya el niño estaba deshidratado. Se confirma la invaginación intestinal.
Pasadas las tres de la tarde del 18 de junio de 2011 llevan a Cristian Alejandro Hervás Chávez, de dos meses de nacido, al quirófano. Al salir del salón de operación el cirujano le informa a la familia que era una invaginación muy grande y los pronósticos no eran buenos, había que esperar.
A Cristian Alejandro lo ingresan en terapia intensiva. Al día siguiente hace un paro respiratorio, comienza el abdomen a distendérsele, no respondía a los equipos. Todo el personal médico se pone en función Cristian. Dice Caridad Rodón, la abuela materna, que Dairon, el ropero, se convirtió hasta en mensajero e iba una vez y otra de la farmacia a terapia.
Logran entubarlo y a través de un abordaje profundo que le habían hecho le pasan los medicamentos. Estaba muy crítico, en cualquier momento podía fallecer.
Los médicos decidieron arriesgarse a una segunda intervención quirúrgica. Solo tenían la sospecha de lo que podía ser; abrieron al azar. Los especialistas confirmaron el diagnóstico que habían pensado: una necrosis intestianl en el tramo que se había invaginado. Le hacen la resección de 23 centímetros de intestino.
Lo dejaron en terapia intensiva unos 10 días, reportado primeramente de muy crítico, luego de grave y con pronóstico reservado.
Hizo una sepsis generalizada, la cual le provocó una insuficiencia renal, un distréss respiratorio y otras complicaciones que lo reportaban de crítico.
Al mejorar lo pasan para terapia intermedia y luego para la sala de Cirúgía. En la madrugada del día que pensaban darle el alta, hizo fiebre. Por la mañana la abuela, que lo cargaba, se da cuenta de que el bebé tenía los intestinos afuera. Al asitirlo, el cirujano le informa a la familia que una vez más había que llevarlo al quirófano por una evisceración. Sale bien, se recupera. Finalmente el niño se va de alta, evolucionó satisfactoriamente.
Su familia pasó los ratos desagradables, los desvelos, las horas de llanto y los momentos angustiosos en que mantenían la incertidumbre porque existían grandes probabilidades de que llegara la fatal noticia.
Hubo instantes en los que ángeles, arcángeles, santos y patrones les acompañaron en ocasiones de desesperos. Y por supuesto, la fe y la confianza en el personal médico, paramédico y de los servicios no se les desvincularon ni un segundo.
“De corazón te digo que en ese hospital existen todos los valores humanos. No sabemos cómo agradecer a todo el personal que tanto nos ayudó, sin diferencias, desde la pantrista hasta la recepcionista. Nos dieron apoyo incondicional e hicieron todo lo posible porque el niño se salvara”, dijo a Sierra Maestra la abuela del bebé.
También Dunia, la madre, habla de la tristeza que sentía y de lo que significa tenerlo salvo y sano de regreso en el hogar. Y la pequeña Carla, la hermanita, lo abraza y lo besa como si fuera su más grande muñeco.
Mencionaron nombres como Liset, Quintana, Jorge, Jesús, Ñiquito, Roberto, Pablo, Félix y Mohamed, un residente extranjero que afirmó que ese era un logro y un milagro de la medicina cubana. Aunque faltó nombrar a otros, la gratitud es a todos, es al Sistema de Salud Pública.
Según los especialistas del Servicio de Cirugía del Hospital Infantil Sur la invaginación intestinal (introducción de un segmento del intestino dentro de sí mismo) es frecuente, sobre todo en menores de dos años. Las causas son generalmente idiopáticas (desconocidas) aunque en algunos niños mayores ha habido determinadas razones: tumores, un paquete de lombriz o cuerpos extraños como semillas.
El caso específico de este bebé es una rareza por la complicación que hizo luego de operarlo de la invaginación intestinal; ese ejemplo sí es inusual.
Ya Cristian tiene siete meses y sus ojos vivarachos no muestran a un bebé arrancado de los brazos de la muerte, sino a una criatura con deseos de vivir, sano y con una sonrisa infantil, a veces convertida en carcajadas.
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