Se preguntarán por qué a cinco días de haber iniciado el 2012 es que escribo sobre el fin de año, pero es que la propia vorágine de trabajo a veces no nos permite redactar; mas nunca es tarde si la dicha llega.
Estaba deseosa porque llegaran los días próximos, pues tenía la certeza de que iría para casa de mi abuela materna, en el campo.
Allí solo viven ella y mi tío; fue allí donde me críe y di los primeros pasos. Fue en ese sitio donde aprendí los colores y las vocales cuando aún no iba a la escuela. No tenía amiguitos, pues los vecinos más cercanos están aproximadamente a un kilómetro, pero mi abuela (mima) y mi abuelo (pipo) me enseñaron a compartir lo que tenía y a no ser egoísta.
Ese lugar me trae muchos recuerdos de mi infancia, creo que los más bonitos porque además, mima y pipo eran mi todo, o sea, esas personas que lo hacían todo por verme y saberme feliz.
Ya pipo no está físicamente, pero lo llevo en cada paso que doy. Y mima sigue con el mismo cariño y ternura de siempre. Ahora vive allá con ella mi tío Armandito para quien también soy una hija, entre las biológica y yo no hay diferencias.
Llegamos el día 30 en la mañana. Enseguida el almuerzo estuvo listo, con el rico sazón de mima, único. Ya estaban en la casa mi prima Naila y su novio. Conmigo llegaron mi madre, el esposo, mi sobri, una primita y mi esposo.
Se dispusieron a matar dos lechones mientras el horno se calentaba (un horno muy antiguo que desde que existo lo recuerdo). A lavar el sartén, hacer el aliño y poner manos a la obra. Ya comenzaba la fiesta.
Se pasaron toda la tarde en esos trajines y las mujeres en las faenas habituales de la casa. Por la noche llegó la hora de buscar los puercos asados. Se dispusieron Aldo (mi esposo), Diuver (novio de mi prima) y mi tío. Cuando regresaron, la cabeza de un cerdo no coincidía con el cuerpo colocado. ¿Saben lo que había pasado? Cuando lo iban a sacar se les cayeron.
Por supuesto que ellos se negaron en todo momento, pero finalmente terminaron aceptándolo. Esas son historias que quedan para contar y para reír.
El 31 lo pasamos juntos e igual de alegres. Cerca de las 12 de la noche comenzamos a llamar a mi hermano que no estaba junto a nosotros, peor ya no lográbamos la comunicación. Cuando marcó la en punto nos abrazamos todos y nos besamos.
Lo más triste fue cuando mi abuelita se puso a llorar y dijo que a lo mejor el próximo fin de año no estaba entre nosotros. También se le salieron las lágrimas y a mí se me hizo un nudo en la garganta, pero no podía aflojarme; alguien tenía que ser fuerte. Eso se le pasó rápido.
El 1· de Enero sacrificaron otro cerdo. Regresamos el día 2 a la ciudad.
Me faltaron mi hermano y mi padre para estar completamente en familia y feliz.
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