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viernes, 23 de diciembre de 2011

Desde la distancia se extraña el fin de año cubano


La distancia acrecienta la nostalgia. Cuando los seres que quieres no están a tu lado sientes mucho más su ausencia, sobre todo, en días festivos como los que se avecinan.
Muchas personas han decidido renunciar a vivir en Cuba, han preferido marcharse a tierras extranjeras. Sin embargo, la añoranza por el típico fin de año cubano los acompaña durante la Navidad y más.
El cerdo asado, ya sea en púa o en horno, el congrí oriental, los buñuelos de ñame con yuca, la vianda hervida, la ensalada, la música, la algarabía de los vecinos, el alboroto de la familia, la alegría del barrio, en fin, el fin de año cubano se extraña.
Esa armonía inigualable solo se logra en este terruño donde todos los vecinos quieren que pruebes de su asado o de su chilindrón, o sencillamente, que compartas aunque sea unos minutos en la despedida del año.
Cuando den las doce de la noche algunas personas lanzarán jarros de agua a las calles, cual tradición para botar de casa lo malo. Otros saldrán al instante a festejar y compartir con los de al lado. Estarán los que brindarán por el nuevo año y también aquellos que derramen unas lágrimas de alegría, o de tristeza por los que no están.
Hay también quienes no están en su Patria porque cumplen misión internacionalista o por otras razones; pero esos también añoran el fin de año cubano, ese que nunca pasa inadvertido y cuyo elemento reiterativo es la alegría.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Cuatro paredes y la maldita soledad

Malditas las paredes que me guardan a tu lado. Malditas las horas en que eres mi única compañía. Malditos los ratos en que necesito una voz de aliento y solo tengo tu silencio. Maldito el silencio que se refugia en estas cuatro paredes, donde además, estamos solas tú, maldita soledad que te aborrezco y yo, maldita mujer que me asqueo de ti.
Cuatro paredes son testigo de mi angustia y de esta soledad que me acompaña.
Cuatro paredes son la odisea de los días de ocio. Cuatro paredes atiborran mis horas de malos recuerdos, momentos de tristezas que solo borra una buena compañía; la que no tengo.
Cuatro paredes me parecen un infierno; cuatro paredes son el oasis de angustia donde llego al éxtasis de la nostalgia, por tu culpa maldita soledad.
Cuatro paredes y esta maldita soledad son mis únicas compañías en esta bendita vida en la que odio cuando no estás.


Mi seño China


De pequeña estatura y dicción refinada se presentó en el 5to2 el 1ro de septiembre para darle la bienvenida a su nuevo grupo.
Impartiría las asignaturas Lengua Española, Historia de Cuba, Educación Plástica, Educación Cívica y Educación Musical. Esta última era mi cuco y por mucho empeño que ella puso para que yo aprendiera de ritmos y melodías, todo fue misión imposible porque sigo siendo una desafinada y arrítmica.
Irma Lión Ferrer o “seño China” como cariñosamente se le dice deja huellas imperecederas en sus estudiantes y algunas de sus frases quedan para toda la vida, por ejemplo: ¡Niñas, cierren las piernas que se les ve la chuchanela!
Ella compartió 5to y 6to grado con el grupo donde yo estaba. Naylieng, Raciel, Yanelys Arafet, Aglien, Juan Carlos, Yadira, Yunior, Haydée, Zurima, Thaylén, Joel Pécora, Iliosnivis y Dainel  fueron algunos de sus alumnos y parte de mis compañeros de aula.
Han pasado ya más de 15 años desde que recibí sus lecciones, pero ella sigue siendo la seño China, esa que ha formado a una generación y otra. Sus enseñanzas han perdurado en mí hasta la actualidad, pues parte de lo que soy, mi redacción y mi forma de expresarme se la debo en buena medida.
Las preposiciones, conjunciones, adverbios que aún sé de memoria fueron la columna vertebral de muchos de sus turnos de clases.
También recuerdo el interés porque tuviéramos buena caligrafía y no cometiéramos errores ortográficos. Era una docente a todas, hasta en la manera de aconsejar a sus alumnos, entonces adolescentes.
Aunque no es de mi propiedad, ella es mi seño China, a la que recuerdo con mucho cariño y le dejo este texto de añoranza y gratitud.



viernes, 9 de diciembre de 2011

Cuba tiene luz propia


Predican moral en paños menores, como dice un viejo refrán. Se vanaglorian con éxitos intangibles, esos que ni sus propios habitantes disfrutan cual ironía del buen hacer.
Ahora quieren iluminar a un pueblo que brilla con luz propia, pues humanidad, solidaridad, hermandad y patriotismo se imponen ante las mismas amenazas del Norte, de ese Norte que por más de 50 años ha afianzado un bloqueo económico y social.
¿Es acaso ese Norte el que puede hablar de Derechos Humanos? ¿Por qué se preocupan por el techado ajeno si en sus propias calles deambulan niños mendingando migajas para sobrevivir? ¿Es acaso más humano disponer de millones de dólares para las guerras que situarlos en beneficio de los que fallecen porque no tienen cómo costear las medicinas para sus enfermedades, o sencillamente mueren por hambre?
Si eso es lo que definen como Derechos Humanos entonces es cierto que en Cuba no los hay, pues los Derechos Humanos que conocen los cubanos es el de no dejar a nadie desamparado, es compartir lo que se tiene más allá de las fronteras, es garantizar la educación y la salud gratuitas, es defender los derechos de la niñez y proteger a los ancianos.
Derechos Humanos en Cuba es que a todos los pacientes nefróticos, por ejemplo, se les garantizan los tratamientos depurados sin pagar un solo centavo, aun cuando el costo del tratamiento supera los 500 dólares en países capitalistas.
Derechos Humanos en Cuba es que existe el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) para garantizarles calidad de vida a la madre y al niño, durante la gestación y después de esta, incluso. Los indicadores evidencian los resultados, pues están a la par, y hasta superan, los de países del primer mundo.
Esos son los Derechos Humanos de los que podemos hablar los cubanos, así que gracias por pretender iluminarnos, pero ya tenemos luz propia. Enciendan fuegos artificiales en su propio terreno, sus coterráneos los agradecerán.

Derechos Humanos en Cuba y para el mundo


Hablar de Derechos Humanos en Cuba resulta fácil y nada vergonzoso, pues existen desde el mismo triunfo de la Revolución el 1ro de enero de 1959.
Hablamos de Derechos Humanos no solo dentro del país, sino fuera de este porque desde hace 50 años fortalecemos la cooperación internacional y el diálogo constructivo y respetuoso.
Hablamos de Derechos Humanos con argumentos convincentes, no como los vecinos del Norte que predican moral en paños menores, pues para ellos, hablar de Derechos Humanos resulta una ironía.
¿Pueden hacerlo los señores del Imperio si por 12 años tienen encarcelados a Cinco hombres cubanos por alertarnos de ataques terroristas? ¿Pueden hablar de Derechos Humanos esos que intentan silenciar la verdad de Cuba para que no se conozca de las inmoralidades de sus entrañas? ¿Pueden?
La Declaración Universal de Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas marcó la historia del planeta. Igualmente, esta fecha, pero de 1950 fue de suma importancia, pues la Asamblea General la instituyó como “Día de los Derechos Humanos”.
Hoy, 10 de diciembre de 2011, se hace un llamado al mal denominado Premio Nobel de la Paz en 2009: Barack Obama, presidente de los Estados Unidos para que haciendo uso de las facultades que les están conferidas libere a los Cinco Cubanos Prisioneros del Imperio.
Cuba y los cubanos continuarán dando muestras de humanidad, cual sociedad que comentarios venenosos y ajenos no la desequilibran, pues sabe que cuanto hace, es por el bien del planeta y de los hombres.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Ya estamos en Navidad


Desde hace unos días en muchos de los hogares se ha colocado el arbolito de Navidad y estos forman parte de la decoración de casa. También se ven las guirnaldas y lucecitas de colores con musiquita y sonidos. Ya estamos en Navidad. Las flores de Pascuas así lo anuncian.
Se respiran aires diferentes, aires de fiesta, de alegría. El lechón crece, engorda y se le cuentan los días que le quedan antes de convertirlo en un sabroso asado.
Amigos y familias acuerdan dónde hacer la fiesta que ya forma parte de la idiosincrasia del cubano. El cerdo asado, el arroz congrí, el ñame, la fritura, la ensalada y el ron Santiago, Santero o Mulata integran lo que se consumirá.
Hay quienes siguen la tradición de comprarse alguna ropa nueva para el advenimiento del año entrante.
También están los que extrañen a parientes y amigos, pues no los tienen cerca, o sencillamente ya no los tienen. Ahí se escapan algunas lágrimas por la nostalgia de la ausencia. Pero pronto regresa el entusiasmo con el que contagian los otros cercanos.
El 2011 queda atrás cual adiós del pasado. Los buenos o malos momentos vividos en este quedan solo en el recuerdo de lo que fue y no volverán a ser, por lo menos no de la misma manera, pues cada instante es único e irrepetible.
Con el nuevo año también nos llegan expectativas, sueños, metas, aspiraciones de que los 12 nuevos meses serán mejores que los ya vividos. Viva cada día como si fuera el fin, despídase del 2011 con empeño para que el 2012 sea de éxitos y logros.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Él sigue siendo mi pipo

Desde muy pequeñita mami y papi me llevaron a vivir a casa de mi abuela materna porque nunca me adapté al Círculo Infantil. Comencé a vivir con ella y su esposo a quienes llamé mima y pipo, respectivamente.
Él no era mi abuelo biológico, sino el padrastro de mi mamá porque a su verdadero padre le hicieron un atentado luego del triunfo revolucionario como una represalia por haber combatido al gobierno de Fulgencio Batista. O sea, pipo fue mi abuelo y lo que es más: él fue quien me crió.
Apenas tenía un sexto grado, sin embargo, me enseñó los colores, las vocales, a contar y a ser una persona de bien.
Me tenía malcriada. Complacía todos mis caprichos. Con él aprendí los ciclos de la luna y también a jugar dominó, cuando ni siquiera iba a la escuela.
Actualmente silbo como un pajarito, todos me identifican cuando me escuchan. Y eso también me lo enseñó pipo. Es que yo era su niña.
Aunque tenía seis nietos biológicos nunca sentí que yo era postiza, sino por el contrario, me parecía ser la preferida, por lo menos la que más maldades le hacía.
Cogí una racha en que me le subía a las piernas, le daba cariño, me orinaba y me mandaba a correr. Una noche recolecté un grupo de gorgojitos y se los eché en la cabeza; le acompañé una frase: ¡Pipo, te cayó piojo! No me hizo nada. Todo me lo perdonaba.
Él me decía Chinchili y mima me decía Yiyi. Vivíamos en una casa de madera en el campo donde los vecinos más cercanos estaban aproximadamente a un kilómetro.
Cuando cumplí los cinco años tuve que regresar a la ciudad con mis padres y mi hermano. Ya era tiempo de comenzar la escuela. Pensaban que no me adaptaría, pero esta vez sí me acostumbré y me gustaba. Pero eso sí, los fines de semana había que llevarme a ver a mima ya pipo. Con ellos pasaba todas las vacaciones y también las tres semanas de receso de cada curso.
Pipo me seguía llevando al río, me montaba a caballo. Él continuaba malcriándome. Cuando yo estaba al cumplir los 9 años nació mi primita Naila que sí era su nieta, pero nunca me aisló, no tenía diferencias entre una y otra.
Yo fui creciendo, pero no dejaba de ser su Chinchili. Cuando yo tenía 14 años le diagnosticaron un cáncer de pulmón. Comenzaron sus ingresos y cada tarde iba a verlo en el horario de visita. Le di todo mi cariño y amor. Estuve con él siempre.
Un año después hizo una gravedad. Ya no tenía solución. Fui de las pocas personas a las que reconoció aun agonizando. El último día que lo vi, a la hora de despedirme lo abracé muy fuerte, lo besé mucho y le dije que eso era por si no volvíamos a vernos, pero que yo lo quería mucho.
Dos noches después soñé que había fallecido y no me equivoqué. Al mediodía me fueron a buscar a la Vocacional con la mala noticia, pero yo la esperaba.
Ya no está físicamente, pero lo sigo recordando como si estuviera vivo. Para mí es un ídolo. Yo sigo siendo su Chinchili; él sigue siendo mi pipo.

martes, 6 de diciembre de 2011

Recuerdos de la Vocacional


Recuerdo como si fuera hoy el primer día que puse los pies en el Instituto Pre-Vocacional de Ciencias Exactas Antonio Maceo (IPVCE); fue en agosto de 1999. llegué con la ingenuidad de una quinceañera. Conmigo llevaba los miedos de enfrentarme a una nueva vida: la beca.
Hasta ese momento mi madre me lo hacía todo, me lavaba hasta las prendas interiores. Es más, mi mami me daba la comida.
Sin embargo, ya todo sería diferente, dejaría de ser aquella niña melindrosa a la que solo le gustaba comer potaje de chícharo, plátano hervido, huevo y pescado.
El primer día que llegué al IPVCE recuerdo que parte del almuerzo era arroz y chícharo. Siempre me los había comido separados. Por vez primera los mezclé y le sumé la proteína. Ya estaba enfrentando los cambios.
Ese primer día pasó rápido, entre la matrícula y la entrega de mi ubicación no me daba cuenta que las horas corrían. Estaba en el grupo 221, el dormitorio 2H-10, cama 8.
Ariagna Felipe, mi amiguita de la secundaria y yo anduvimos juntas todo el día y coincidimos en el mismo grupo y dormitorio.
En la tarde una muchacha se para en la puerta del dormitorio y dice que todas las del grupo 221 tenían guardia esa noche.
Me tocó de 2 a 4 de la madrugada con Yanela Infante, una estudiante cuyo rostro veía por primera vez, pero se convirtió en una gran amiga.
Al día siguiente tuvimos que hacer autoservicio. Limpiar aquellos largos pasillos, darles brillo, sanear las áreas verdes y además, servirles a los alumnos de los 21 grupos restantes. Fue así como comencé a conocer los rostros de las niñas de mi aula. Todas éramos hembras, nos llamaban el grupo de las monjas.
Ya me sentía adaptada, estaba en mi ambiente. Los fines de semana salía de franco, pero los domingos regresaba sin protestar.
En cada jornada enfrentaba los 10 turnos de clases que nos daban. Salíamos rápido a bañarnos, luego la comida, después ver el noticiero, seguidamente el autoestudio hasta las 10pm y al final para el dormitorio a conquistar a Morfeo para dormir a piernas sueltas hasta la mañana siguiente cuando a las 6am sonara el timbre del de pie. Ahí se repetía la historia.
Pero siempre había novedades. A veces Ariagna y yo nos fajábamos. En ocasiones había pruebas y sentíamos la tensión del estudio. También teníamos que hacer algunos trabajos independientes.
Todos pertenecíamos a la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) y cada 6 de diciembre, fecha en la que se celebra su fundación realizábamos múltiples actividades y la mejor parte era cuando nos ponían música en la plaza y a bailar.
Así pasaron tres años, los que más extraño en mi vida. Muchas historias podría contar. Tal vez luego los haga partícipes de otras. Hoy solo quiero recordar mediante estas letras cuánto extraño la Vocacional.