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viernes, 22 de abril de 2016

Temores avisados



Desde niña mi abuelita me leía cuentos. Tanto es así que ya los sabía de memoria y hacía como que los leía, cuando ni siquiera sabía las vocales y colocaba los libros al revés.
Esa constancia fue creando en mí hábitos de lectura. Leer me gusta mucho, incluso, más de lo que lo hago. Mi librero supera los 200 libros y siempre me parecen pocos los que tengo.
Ir a la feria del libro era una buena oportunidad para nuevas adquisiciones, en su mayoría muy actualizadas. Sin embargo, he hecho cierta resistencia a caminar por los stands de la XXV Feria del libro en Santiago de Cuba.
Ayer cuando terminé de trabajar me “di un saltico” hasta el Teatro Heredia y salí, no diría que decepcionada, pero sí muy preocupada.
Los exuberantes precios de algunos libros aíslan a los lectores de tan solo preguntar cuánto cuestan.
Los jóvenes y niños prácticamente no leen. Y si a eso se le suma los precios exorbitantes, pues qué pasará entonces. Temo que los precios de los libros atenten, aún más, con el ya olvidado hábito de lectura.
También me preocupan el diseño y las imágenes de los libros infantiles que se están comercializando actualmente.
Son imágenes abstractas que el niño no puede definir con claridad, pues lo mismo parece un perro que un ternero.
Los niños necesitan de libros con imágenes que los ayuden a conocer el mundo exterior y a identificar lo real desde una impresión en papel.

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