Todos estuvimos al
tanto de su gravedad. Las llamadas a la sala de Terapia Intensiva del Hospital
General Docente Saturnino Lora eran constantes. La casa de Olga Thaureaux,
directora del periódico Sierra Maestra se convirtió en un puesto de mando para
saber a cada instante sobre el estado de José Ángel Álvarez Cruz, Jefe de la
Redacción Informativa de este rotativo.
Fueron jornadas de
angustia con un infeliz final. Jose, como todos le decíamos, batalló contra la
muerte durante 16 días. Una pancreatitis necrotizante le fue afectando poco a
poco otros órganos. Desde el punto de vista médico y humano se hizo todo lo
posible por salvarle la vida, pero el destino se empeñó en llevárselo de este
mundo.
Ayer 30 de agosto de
2015, en horas de la mañana, la triste noticia de su muerte consternó a amigos,
familiares, colegas y conocidos. Hasta los que pensaron no llorar sintieron
correr las lágrimas por las mejillas.
Es que Atila, el
Caballo, la Finca o como quiera que se le conociera a José Ángel, era un ser
especial, exclusivo, jaranero, jovial; muchos dirían que el mejor de los jefes,
ese que daba o quitaba en la justa medida.
Álvarez Cruz se
gradúa de licenciado en Periodismo en la Universidad de Oriente en julio de
2002 y en septiembre de ese año inicia su vida laboral en la Agencia de
Información Nacional (AIN) en su sede de Santiago de Cuba.
Desde entonces le dio
cobertura a importantes acontecimientos nacionales e internacionales. En
septiembre de 2007 se traslada al periódico Sierra Maestra en la función de Jefe
de la Redacción Informativa donde laboró hasta el final de sus días.
Su pluma precisa
marcó un hito entre sus colegas. Su carisma atraía multitudes y lograba que sus
subordinados no solo lo vieran como jefe, sino que lo supieran también amigo…porque
lo era.
Él nos legó su
alegría. Y sí, nos ha dejado un vacío y el sinsabor de verlo marcharse a pesar de sus 38 años y
de su fortaleza física, pero nos queda el recuerdo de haberlo conocido y haber
formado parte de su vida y hasta de sus aventuras en este instante al que
denominamos vida.
Sus cenizas fueron
esparcidas en la playa Aguadores de esta ciudad, sitio en el que alguna vez
dijo que quería descansar eternamente.
Hasta allí llegaron
familiares, compañeros, colegas y conocidos para darle el último adiós y
decirle: en paz descanses amigo.
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