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lunes, 31 de agosto de 2015




Todos estuvimos al tanto de su gravedad. Las llamadas a la sala de Terapia Intensiva del Hospital General Docente Saturnino Lora eran constantes. La casa de Olga Thaureaux, directora del periódico Sierra Maestra se convirtió en un puesto de mando para saber a cada instante sobre el estado de José Ángel Álvarez Cruz, Jefe de la Redacción Informativa de este rotativo.
Fueron jornadas de angustia con un infeliz final. Jose, como todos le decíamos, batalló contra la muerte durante 16 días. Una pancreatitis necrotizante le fue afectando poco a poco otros órganos. Desde el punto de vista médico y humano se hizo todo lo posible por salvarle la vida, pero el destino se empeñó en llevárselo de este mundo.

Ayer 30 de agosto de 2015, en horas de la mañana, la triste noticia de su muerte consternó a amigos, familiares, colegas y conocidos. Hasta los que pensaron no llorar sintieron correr las lágrimas por las mejillas.

Es que Atila, el Caballo, la Finca o como quiera que se le conociera a José Ángel, era un ser especial, exclusivo, jaranero, jovial; muchos dirían que el mejor de los jefes, ese que daba o quitaba en la justa medida.

Álvarez Cruz se gradúa de licenciado en Periodismo en la Universidad de Oriente en julio de 2002 y en septiembre de ese año inicia su vida laboral en la Agencia de Información Nacional (AIN) en su sede de Santiago de Cuba.

Desde entonces le dio cobertura a importantes acontecimientos nacionales e internacionales. En septiembre de 2007 se traslada al periódico Sierra Maestra en la función de Jefe de la Redacción Informativa donde laboró hasta el final de sus días.

Su pluma precisa marcó un hito entre sus colegas. Su carisma atraía multitudes y lograba que sus subordinados no solo lo vieran como jefe, sino que lo supieran también amigo…porque lo era.
Él nos legó su alegría. Y sí, nos ha dejado un vacío y el sinsabor  de verlo marcharse a pesar de sus 38 años y de su fortaleza física, pero nos queda el recuerdo de haberlo conocido y haber formado parte de su vida y hasta de sus aventuras en este instante al que denominamos vida.

Sus cenizas fueron esparcidas en la playa Aguadores de esta ciudad, sitio en el que alguna vez dijo que quería descansar eternamente.

Hasta allí llegaron familiares, compañeros, colegas y conocidos para darle el último adiós y decirle: en paz descanses amigo.

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