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jueves, 30 de mayo de 2019

Infancia: divino tesoro



Cierro los ojos y recuerdo mi infancia. Y me veo allá en el campo donde me crié, entre árboles y frutas; entre cantos de pájaros y ladridos de perros.  
Cierro los ojos y me regreso a la ingenuidad de la niñez. Vuelvo a aprender los colores, y a contar, y a observar lo bello del mundo, porque amigos míos, les confieso que a cantar nunca aprendí.

Cierro los ojos y vuelvo a disfrutar de esa alegría intrínseca en cada niño cubano, de esa magia inexplicable para una feliz infancia.
Y entonces pienso en aquellos que se saltaron la niñez, y en esos que han tenido que ser adultos sin ser ni siquiera adolescentes, pues trabajar para ganarse unos centavos se les ha impuesto como prioridad.
Y un día quisiera cerrar los ojos y que al abrirlos todos los niños y niñas del mundo tengan los mismos privilegios, disfruten de iguales beneficios y los amparen los mismos derechos.
¿Saben? Tengo lindos recuerdos de la infancia. Puedo hasta sentir los olores del pasado y aquellas cosquillas en el estómago cuando los sábados y domingos jugábamos al correbases en la explanada que quedaba del otro lado del edificio. A veces era mediodía y tanto hembras como varones habíamos olvidado almorzar. Entonces desde los apartamentos se escuchaba a los padres llamar uno a uno: Yiliana, Yetsy, Mailín, Yadira, Leticia, Eduardo, Yuri, Lenia, Kirenia…
Otro disfrute era jugar a las cuatro esquinas dentro de las escaleras, solo que a veces los vecinos de los primeros pisos nos sacaban y nos mandaban para el parqueo porque entre las risotadas y la algarabía no dejábamos ver la televisión.
¡Ay cuántos recuerdos! Es que soy de la generación que no tenía tablets, ni laptops, ni xbox, ni playstation… sino de esos que disfrutaban correteando, jugando a la tacha, al pañuelo, a los trompos, las bolas, el tenedor, el platillo volador, a los escondidos, al chiqui-tra y a cuanto santo invento aparecía.
Pero bueno, hoy es otra la generación, la de la era tecnológica o los conocidos como nativos digitales, sin embargo, lo más importante es que en Cuba, los niños conservan su sonrisa, su alegría, saben del valor de la amistad y no necesitan protocolos para conocerse, sino que se presentan solos. Y muchas de estas amistades duran para toda la vida.
Este país tiene muchas razones para celebrar el 1ro de junio el Día Internacional de la Infancia.
Cierro los ojos, los aprieto fuerte y vislumbro alegres a los infantes de todo el mundo; ojalá un día se haga la luz y así sea, no solo en Cuba.




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