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viernes, 11 de mayo de 2018

Lucero de mi vida


Ni siquiera sé si tuviste tiempo para jugar a la casita, pues te creciste desde muy niña, cual la vida impuso.
La madurez despertó muy temprano en ti. Fuiste prima grande y hermana mayor. Vivías lejos de la escuela y esa misma distancia implicaba un reto superior.
El tirano agresor te imposibilitó conocer a tu padre. Él, rebelde y revolucionario, fue asesinado en el alba de la Revolución Cubana. Tan solo tenías ocho meses. Te faltó ese cariño singular que los padres suelen tener para sus hembras, se te privó de su abrazo, de su ternura, de sus consejos y de su historia.

Tu mami, junto a sus hermanas trataron de aliviar esa pena de la que tal vez nunca hablaste, pero estoy segura que siempre has llevado dentro, ¡y lacera!
Fuiste adulta prematuramente. Diste a luz a tu primer hijo en el ocaso de tu adolescencia, pero creo que naciste con vocación de madre. Desde entonces has sido insuperable.
Supiste combinar a la madre, a la trabajadora y a la esposa en un denominador común: tú.
Cuando nació tu primogénito ya sentías ese amor profundo que luego de 42 años aún es el mismo. Todavía te parece un niño pequeño, pero es tu naturaleza de madre protectora que ni siquiera critico.
Ocho años después la vida te premió nuevamente con quien hoy quiere homenajearte.
Desde que eres madre has cuidado a tus hijos con esmero. Velas sus sueños, los proteges de los riesgos, le avizoras los peligros, eres incondicional.
Hace 11 años la vida te ha obligado a nuevos retos, y es el de ser abuela. Sobra decir que tus nietos te llevan del corazón, te dan fuerzas para seguir y hasta alivian dolores, propios de los achaques de la edad.
Admiro tu sacrificio y la sencillez de la crianza con que has hecho hombre y mujer a tus bisoños. Reconozco tus consejos siempre oportunos. Elogio tu humildad y tu sencillez. Me vanaglorio de saberte madre especial y agradezco, sobre todo, que seas el lucero de mi vida.

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