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viernes, 16 de septiembre de 2016

El mercado de la carne: demonio de la felicidad



Dicen que es uno de los oficios más antiguos del mundo. Muchas lo han practicado. Algunas se vanaglorian; otras lo esconden tras las arrugas como un pasado oscuro que nunca disfrutaron ni quisieron vivir.
Hay quienes han justificado sus prácticas por las carencias económicas o por la necesidad de satisfacer sus consumos o sencillamente porque han tenido un fin migratorio.

No critico a nadie, pues cada persona es dueña de sus actos y hace su voluntad y no soy quién para juzgar al prójimo, pero en reiteradas ocasiones me he hecho disímiles preguntas a la vez y aún no he encontrado respuesta a ninguna.
Las llaman “damas de compañía”, “mujeres de vida fácil”, “mujeres alegres”, “jineteras”, pero generalmente escabullen del término prostituta; tal vez porque la palabra les suene más fuerte o desagradable al oído, sin embargo, esa es su más fiel nomenclatura, pues según su definición, la prostitución es la actividad u ocupación de la persona que tiene relaciones sexuales a cambio de dinero.
La prostitución ha ido y venido en el tiempo y en todas las regiones, incluso, en nuestro país donde su práctica es ilícita. Algunas son mujeres trabajadoras que en la jornada contraria salen a “la lucha” como suelen decir; otras tienen como su único empleo el mercado de la carne.
Cuando le pregunté a Adela (cambio el nombre para preservar su identidad), una muchacha, joven y linda, con una apariencia exclusiva, por qué se prostituía, me respondió que esa, además de ser la profesión más vieja del mundo, no tenía ideología ni partido político, y ella ni siquiera tenía chulo; lo que luchaba era para ella y para su hijo.
Sin embargo Yuli, la típica mulata cubana, de pelos rizos y alborotados, me dijo que sí tenía su chulo porque era el hombre de su casa, el padre de sus dos hijos, el que realmente le gustaba, la ayudaba a buscar clientes y la defendía si algún “camaján” no quería pagarle.
Entonces hablé con él. Me dijo que era guía de turismo por cuenta propia y que esa era una vía rápida para buscarse unos cuantos pesos. Sabe además, que lo que denomina como su empleo está penalizado en Cuba.
Y realmente está en lo cierto, pues según el inciso a del artículo 302.1 de la Ley 62 del Código Penal Cubano, se sancionan de cuatro a diez años de privación de libertad a todos aquellos individuos que induzcan a otro, o de cualquier modo coopere o promueva a que otro ejerza la prostitución o el comercio carnal.
Sin embargo, los chulos o proxenetas se han convertido en los patrones; algunos tienen hasta más de una mujer trabajando para ellos. ¿Serán los típicos Yarini o Yarini fue un clásico dentro de la prostitución?
Si algunas justifican su labor con la situación económica, entonces por qué le dan el dinero a alguien que lo mal emplea. Es una cadena en la que cobra por el trabajo y lo regala a quien ni siquiera le dará el valor suficiente. ¡Vaya! Si me dijera que usa ese dinero para comprarles comida a los hijos… ¿pero para dárselo a un hombre que se lo tomará en cervezas? Bueno…
En los diferentes diálogos escuché muchas historias. La mayoría dejan a una con deseos de llorar, otras son risibles, pues te hablan con una espontaneidad increíble y dicen las ocurrencias pocas veces escuchadas.
Entre las anécdotas está la de una madre que exigía a su adolescente de 14 años que se fugara de la escuela y fuera para el “fuego” a ver si se encontraba el “yuma” que le comprara una buena casa.
También la de la que creyó que se había ganado el gran premio cuando conoció a un mexicano que la sacó de Cuba, supuestamente para darle la vida que ella necesitaba y cuando llegó al país de las rancheras, la encerró en una casa y la convirtió en su esclava.

En fin, sigo con mis dudas, pues continúo sin entender cuál es la diferencia entre jinetera y prostituta. ¿Los que se acuestan con ellas y les pagan tienen sexo de poder o de placer? ¿Ese oficio será realmente alegre y fácil o trágico? ¿Serán realmente felices o al terminar sus jornadas se sentirán frustradas y vacías? ¿Par de cervezas y cinco dólares paga un cuerpo que se destruye en cada jornada? ¿Prostituirse es la solución a los problemas económicos? ¿Algo más que el placer puede pagar el cuerpo?
Sería bueno pensar en cuánto se pierde y se gana, pues para mí, aunque no critico a nadie, el mercado de la carne no es más que el demonio de la felicidad.

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