Y han hablado del pasado, y han contado
sus experiencias y nos hemos enamorado de esas anécdotas que hoy son historia.
La vida, que es más rica que cualquier
pensamiento se ha dibujado muchas veces en las voces de los que han rememorado aquellos
años en los cuales leer Sierra Maestra era un delito, aun cuando eran más los
que se le sumaban a compartirlo en la clandestinidad; cada día añadían nuevos
cómplices al arriesgado ejercicio del periodismo en tiempos en que la tiranía
no perdonaba a los atrevidos.
Cada reencuentro con la historia, cada
jornada de intercambio entre los fundadores de Sierra Maestra y sus
trabajadores actuales, es un manantial de experiencias y sabidurías. Aprendemos
de ellos y viceversa.
Ellos nos cuentan de los obstáculos
para lograr que aquel periódico de las serranías pudiera circular por entre
todos los que estaban a favor de la causa revolucionaria.
Hoy nuestros retos son otros; hoy nos
desafía la tecnología. Hoy ellos están entre nosotros cual enseñanza vigente en
cada paso, en cada andar.
Los recuerdos se abren paso a la
historia, al recuento y hoy con pasos lentos vuelven a vivir, a latir en las
redacciones.
Somos herederos de aquel coraje hecho
palabras y pretendemos continuar elevando, tan alto como su nombre, el
prestigio de Sierra Maestra.
A los que están y a los que
nos acompañan con su espíritu, a todos les agradecemos su huella imperecedera,
en cada época que les tocó vivir en un eterno matrimonio con la historia.