“¡Mira cómo lloro chica, mira cómo lloro!” decía entre sollozos Graciela Rodríguez, tras el paso del Papa móvil por Trocha y Carretera del Morro.
Ella estaba entre la multitud que esperó a Benedicto XVI en uno de los tramos del trayecto del Aeropuerto Internacional Antonio Maceo al Arzobispado de Santiago de Cuba.
Cuando el Pontífice saludó, por sus mejillas comenzaron a correr lágrimas de alegría; era la emoción de verlo tan cerca. Luego los suspiros apenas la dejaban hablar.
“Cuando vino Juan Pablo II no tuve la oportunidad de verlo, pero a Benedicto XVI he tenido ahora la dicha de disfrutarlo de cerca. Además, los santiagueros somos hospitalarios y hemos salido a las calles para darle la bienvenida al Peregrino de la Caridad.
“Él se llevará de Cuba los lindos recuerdos de un pueblo unido y atento.”
Para Luz Divina, una señora que ya suma más de 80 años a su vida, era imperdonable no salir a recibirlo. Ella sacó fuerzas y energías que en ocho décadas ha perdido, para vivir la experiencia y que nadie se la contara, sino ser protagonista de los que se dispusieron en toda la avenida con banderitas y entusiasmo.
Ya el Papa Benedicto XVI marchó a la capital de todos los cubanos, donde estará hasta mañana, pero dejó sus huellas acá en el Oriente, sitio en el que se dieron citas nacionales y extranjeros para compartir la misa en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo.
Estos días marcarán la historia de Cuba y la vida de los feligreses y no.