De
pequeña quise ser grande; me creía grande, jugaba como grande; a veces a ser
madre y a la vez simultanear con algún oficio o profesión. Prefería las tizas y
la pizarra.
Mi
mayor reto era que mis semejantes, pequeños igual que yo, entendieran la
lección que les transmitía en una especie de repaso, imitando a mi maestra.
Fui
creciendo, mis pensamientos eran más juiciosos, mi cuerpo, aunque menudo,
mostraba ya a una señorita que cada día se aproximaba más a la juventud.
Culminaron
los años en el preuniversitario, creo que los que más extraño. Llegó la
Universidad, esa época en la que sin querer o queriendo adquieres nuevas
responsabilidades; ya comienzan a ser otros los retos.
A
los contemporáneos les ocurre igual, amén del nivel escolar, de lo que estudien
o donde trabajen. La mente del joven va abriendo su diapasón. Tal vez sea la
madurez que toca a la puerta para quedarse, aun cuando hay quienes dicen que
hay personas eternamente inmaduras.
La
juventud explora, innova, es atrevida, es dueña e hija de sus tiempos; la
juventud revoluciona, es intrépida, desenfadada; la juventud es alegre y
desafía el tiempo y los retos que se les imponen.
No
por jóvenes no se tiene responsabilidad. La juventud lleva en sus espaldas el
futuro, pues es el relevo. Tiene la misión de enseñar sobre las nuevas
tecnologías a los colegas que no nacieron en la era digital, por ejemplo.
Los
jóvenes tienen el deber de enfilar acciones en busca de oportunidades de
desarrollo para sus descendientes.
Justamente
cuando se es joven se procrea y se piensa en ese pequeño que nunca más crece
para los padres; entonces pues, se tiene el reto de ser buenos progenitores.
Injustamente
se escucha decir que la juventud está perdida y por lo general es en la voz de
alguien que también vivió esa etapa. ¿Acaso todos no somos jóvenes alguna vez?
Entonces
no se trata de criticar, sino de contribuir a que los descarrilados enderecen
el paso; es construir, es ayudar a que los jóvenes se impongan retos, alcancen
metas y obtengas triunfos.
Esta
juventud, la mía, la que me ha tocado vivir, la que comparto con ustedes, es
ante todo, un reto a la existencia, a pensar con sano juicio en cada una de las
decisiones, a ser madre, hija, esposa, ejemplo, a no dejarme vencer en el
empeño por un futuro mejor.